Un buen día, buscando la fórmula de la quinina artificial para curar la malaria que azotaba a Europa, el estudiante inglés Perkin encontró por casualidad – en vez del remedio - la manera de hacer anilina sintética. A partir de ahí, el término anilina se aplicó cualquier químico derivado de la destilación de los alquitranes de carbón, subproductos de coque y gas. Cualquier anilina es, por ende, un compuesto de carbón, hidrógeno, nitrógeno y a veces azufre. Los químicos dedicaron sus vidas a hallar colores brillantes de menor costo que los bermellones y carmesís de las pulgas trituradas.
C. Himly de Kiel inventó el bermellón de sulfato de antimonio en 1842 que abarcaba una amplia gama de rojos, del rosado al rojo profundo. Se usó para adulterar rojo de mercurio, pero…mala suerte, también este color desteñía con la luz. No servía para pintar, pero sirvióen la industria de la goma y Murdock Scotland lo patentó en 1847.
El francés Vauquelin descubrió el Escarlata de Yodo a principios de los 1800: bello y efímero…como el rojo de una rosa que se marchita en un vaso. En 1868, la alizarina (dioxiantraquinona) fue artificialmente sintetizada y la industria de la rubia vegetal entró en declive. El rojo de cadmio no fue descubierto hasta 1930 cuando empezó reemplazar a los otros rojos. Luego se descubrieron nuevos rojos, como el rojo de naftol, perilene y el de quinacridona, cada vez mejores que el de alizarina.
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